Qué pasará con Haití cuando las calles estén libres de escombros y la gente vuelva a pulular por ellas, como antes: sin mañana, sin esperanzas…sin expectativas. Qué pasará cuando los que debieron hacer y no hicieron nada para reconstruir su futuro, abandonen su misión pasajera.
Qué pasará con esas familias destrozadas por la muerte inmisericorde: unos aplastados entre piedras y polvo; otros, por la miseria infernal que nunca cede. Qué pasará cuando la ayuda humanitaria recolectada para Haití se desvanezca en medio de la angustia sin fin de todo un pueblo condenado al sufrimiento.
Qué pasará cuando la solidaridad abandone sus ruinas y tome vuelo hacia donde mana leche y miel. Qué pasará con un país sin fuentes de empleos, sin empresas sostenibles, sin dueño ni autoridad comprometida.
Qué pasará con una nación que come porque otros le dan de comer. Qué pasará cuando el favor levante vuelo y deje atrás los sueños de un pueblo hambriento, desnutrido, enfermo, olvidado, repudiado, rechazado…
Qué pasará cuando las cumbres, cónclaves, seminarios y otras burocracias inútiles, inventadas y reinventadas, terminen como siempre: sin resultados prácticos y revividos solo cuando la desgracia se disfraza de lluvias o sequías interminables, de violencia desbordada o terremotos implacables.
Qué pasará cuando «los grandes» vuelvan a sus parcelas y desatiendan lo que ahora es objeto de pleitos por asumir el control. Quién ganará la subasta de quién da más sin verdaderamente ofrecer nada. Y, ¿quién ganará la batalla mediática expresada en un vaivén incesante de informaciones interesadas?
Qué pasará con Haití, cuando despierte del cataclismo y emerjan con fuerzas los buitres de allá y de aquí, los mismos, para hacer lo que siempre han hecho: saquear, devastar y aprovecharse de la suerte de una nación que no encuentra forma posible para salir de su atasco.