Santo Domingo. En una esquina tranquila del sector La Esperilla, en el Distrito Nacional, se encuentra una institución que ha sido el corazón del teatro dominicano por casi ocho décadas: la Escuela Nacional de Arte Dramático (ENAD).
Más que un centro de estudios, este organismo de la Dirección General de Bellas Artes (DGBA) es una casa de creación, un semillero de talentos y una escuela de vida para quienes se atreven a abrazar la actuación como camino.
Bajo la dirección del actor y gestor cultural Rafael Morla, la ENAD continúa el legado de formar actores, directores, dramaturgos y catedráticos comprometidos con el arte y la sociedad.
Morla, egresado de la propia institución, la define con pasión: “En la ENAD formamos seres humanos conscientes, sensibles y comprometidos”.
“El teatro es símbolo de resistencia. El teatro es conflicto social, es revolución, es amor, es esencia humana. El teatro es todas las artes porque aglutina absolutamente todas las formas de expresión artística. En él colindan la literatura, la danza, la música, las artes visuales. El teatro es conocimiento, es una forma de existir”, agregó.
Y precisamente, la ENAD ha hecho del teatro una forma de existencia para generaciones de artistas dominicanos.
Aunque Morla reconoce que este oficio en la República Dominicana está lleno de desafíos, entiende que es algo que da vida y sentido a la existencia del movimiento teatral local.
“El teatro me salvó la vida, me llevó por el derrotero del arte, que es de lo que me siento más dichoso y pleno. Yo exhorto a que todo aquel que tenga la inquietud se dé el chance de experimentar la formación artística”, sostuvo.
Afirma que en la ENAD no solo se enseña a actuar, sino también a pensar, a sentir, a observar el mundo y devolverlo a través del arte.
Una historia viva desde 1946
La historia de esta institución se remonta a 1946, cuando fue fundada bajo el nombre de Teatro Escuela de Arte Nacional. En aquel entonces, su propuesta formativa incluía tanto la enseñanza del arte dramático como la puesta en escena profesional.
Su primer director fue el español Emilio Aparicio, y la obra inaugural fue nada más y nada menos que Prohibido suicidarse en primavera, estrenada el 9 de octubre de ese mismo año en el desaparecido Teatro Olimpia.
No fue hasta 1961 que el modelo pedagógico de la institución cambió formalmente. Se separaron las actividades educativas de las escénicas, y nacieron dos entidades distintas: la Compañía Nacional de Teatro y la Escuela Nacional de Arte Dramático. Desde entonces, la ENAD se concentró en formar artistas de manera integral, convirtiéndose en una de las principales instituciones bajo la tutela de la Dirección General de Bellas Artes.