Por Salvador De Armas
En nuestros tiempos, a nivel de la región, visto el creciente predominio de las izquierdas, se ha vuelto común ver algunas charlas que llevan como título “El futuro de la derecha en América Latina.”
Ese ágil discurso atrevido me anima a formular las siguientes apreciaciones: Es poco permisible hablar del futuro de la derecha en América Latina, por lo que un futuro como tal no ha sido posible fabricarlo.
Para estrechar el marco de las cosas, mejor hablemos del problema de la derecha en Hispanoamérica. Efectivamente, la derecha se ha creído que para expresar los fenómenos sociales con atención a sus realidades particulares, sólo bastan las cuentas o relatos numéricos de índole económica, mientras que las historias y otros cuentos no interesan en absoluto.
Pero las personas habitan dentro de una cultura, y las culturas son básicamente los cuentos, las historias y reflexiones que, tanto las gentes como quienes están al frente de estas manifestaciones, hacen de las cosas.
La derecha entierra sus propias opciones y cierra su futuro cuando permite que sus tecnócratas cobren la delantera para hablar de números económicos, mientras se abstiene de desarrollar su cuento propio, un discurso sobre sí misma, digno de ser divulgado.
Salvo algunos ensayos publicados, y muy escasos por cierto, no hay manifestaciones de la derecha en el grueso de la literatura hispanoamericana, y mucho menos en los discursos que regularmente se hacen de la historia, con especial apego a la historia chica de los pueblos señalados.
Esto obedece a dos motivos. En primer lugar, la derecha conservadora sitúa al resto de las corrientes de pensamiento en el plano falible de las ideologías y no se ve a sí misma como una ideología.
Para legitimarse como tal, la derecha conservadora busca su fundamento, si no en Dios, entonces en el mundo natural.
Si un marxista o socialista, por ejemplo, afirma que hay que ‘cambiar’ y construir un hombre nuevo, la derecha conservadora, en lugar de defender su propio espacio, combate a la izquierda diciendo lacónicamente que no hay manera de cambiar o alterar la naturaleza humana.
En segundo lugar, los conservadores de derecha en Hispanoamérica, especialmente cuando tenían la ventaja o en el remoto pasado mejor tuvieron la sartén por el mango, exhibieron conductas odiosas y discriminatorias, cuando no también brutales y autoritarias hacia otros individuos sobre los que cobraron abusivas ventajas, y esto por lo general lo hicieron de manera abyecta y con descaro.
Respecto de estos asuntos y responsabilidades del pasado, la derecha conservadora se niega a hablar, guarda silencio.
Es así que el camino queda abierto y despejado para que la izquierda se apodere del discurso, invente sus propios cuentos y monopolice el escenario, tanto académico como político, dominando así las preferencias en el pensamiento de las masas.
La derecha en Hispanoamérica ciertamente tiene un problema que no es otro que la forma limitada, y a veces tímida, en que es capaz de percibirse y proyectarse.