Salvador De Armas (Respuesta a Oscar Quezada)
No solo continúan existiendo, sino que ponen al descubierto que las masas no tienen el mismo nivel de atención o el comportamiento acostumbrado por los medios tradicionales. La democracia de nuestros tiempos permite que cada cual se exprese como le plazca.
Si los niveles de expresión en muchos casos son pobres o distorsionados, las causas del problema son atribuibles a la calidad de las estructuras sociales, formativas y educativas de las comunidades que habitamos y no a Internet. La Internet simplemente refleja estas realidades y un rostro feo no deja de ser feo con el pretexto de querer romper el espejo.
Las redes sociales, como otrora los partidos políticos, son ahora la tribuna de debate, capaz de crear tendencias. Estas opiniones habitan en situación competitiva de manera tenaz. En un mercado de opinión abierto, libertario y espontáneo, el consumidor de opinión, como en toda democracia, está de acuerdo y en desacuerdo con el mensaje que recibe y a su vez actúa de propagador de las cosas en las que cree.
Una de las diferencias que permite el estadio actual de la tecnología de las comunicaciones está en la posibilidad de hacer un rápido registro de la cuantificación de los consumidores activos, extrayendo esta información en tiempo real. Equivale al reporte o informe de una encuestadora.
Los medios tradicionales en su cobertura nunca alcanzaron un universo tan amplio o extenso, aunque sí impusieron y observaron ciertos cánones de autorregulación en cuanto a la calidad, objetividad y la responsabilidad de las opiniones emitidas.
El periodismo profesional se atiene a estas exigencias y puede, desde luego, ejercerse también en las redes. Cualquier vocación de regular el uso de la Internet y las redes equivale a censurar la libertad de pensamiento y atenta contra las más preciadas y protegidas libertades de todo ser humano a nivel individual.
Suscribo los valores que usted, amigo Quezada, expresa en su artículo Redes sociales: ¿Qué hacemos con ellas?, julio 2, 2022. Aunque hay que tener cuidado de no atribuirle un monopolio de la verdad o un engrandecido poder o representatividad a las masas, generalmente desbordadas y faltas de mayor conciencia o esplendor.
La libertad de opinión o pensamiento ciertamente importa por encima de todo y su manifestación no debe ser regulada o restringida. La creatividad y espontaneidad expresada en las redes sociales vale como hecho demostrativo del interés de las gentes.
Los contenidos expresados por esos autores y seguidores deben ser objeto de estudio y atención por parte de los estudiosos ya que, por insatisfactorios que parezcan, son el reflejo de los niveles de educación y conducta alcanzados hasta ahora en el disfrute de las libertades.
Más que rechazarlas, hay que aprender a convivir y saber actuar en medio de esta inmensa plataforma democrática que es Internet y las redes sociales.