La gente de Bacumí, una localidad rural de la provincia Sánchez Ramírez, está que se ríe sola. La alegría se le nota a leguas. Y razones tienen de más. Pues, esta comunidad, que quizás tiene poco más de un siglo de fundada, no sabía lo que era el asfalto.
Sus calles eran maltrechas y con más hoyos que un guayo. Así permanecieron por muchas décadas. Al fin de cuentas, Bacumí no es una demarcación clave para políticos en zafras electorales. Los votantes de allí apenas se cuentan con los dedos de una mano.
Y por eso a políticos y gobiernos les importaba un bledo que la gente enfermara o se paseara entre charcos y lodo. Tampoco se inmutaban cuando sus moradores suplicaban para que el progreso los visitara.
Varias generaciones de lugareños murieron sin ver las calles de este pedacito de tierra asfaltado. Hasta que hoy, un martes 3 de agosto, que de seguro nunca será olvidado por esta gente, el Ministerio de Obras Públicas aterrizó sus camiones cargados de material asfáltico, para adecentarle la vida a los bacumiseros.
Con el asfalto, llegó la alegría. Y con el asfalto también se puso fin a toda una vida de olvido y exclusión. A partir de hoy, esta gente humilde, pero trabajadora, podrá caminar sin botas hasta sus rodillas; podrán jugar una partida de dominó en las aceras, sentarse a conversar, a disfrutar la vida, a proyectar su futuro, sin que los autos salpiquen sus ropas de agua sucia, porque las temporadas de lluvia acentuaban mucho más las penurias de estas personas.
Y al polvo también les dirán adiós. Ese polvo cruel que recordaba a los bacumiseros cuán burlados habían sido por quienes ejercieron el poder de espaldas a las esperanzas de esa comunidad. Ese polvo inmisericorde que de forma atrevida pintaba de amarillo las casas levantadas a orillas de esas callecitas desmejoradas.
Los huesos de quienes murieron sin ver sus calles asfaltadas, hoy se mueven de regocijo. Habrá fiesta en los cementerios donde descansen sus restos. Así debe ser, porque en vida lucharon hasta dejar el pellejo en diligencias que resultaban inútiles, para que gobiernos y políticos le asfaltaran las calles a Bacumí.
De ellos, de los que no están pero estuvieron siempre, es también este logro. Y de todos los que de alguna manera empujaron para cristalizar el sueño más anhelado de los bacumiseros. Sí, ya por fin en Bacumí, un siglo después, sus moradores saborean el progreso que injustamente le negaron. Y por fin, vieron de cerca el asfalto.