Los asaltos a mano armada, a cualquier hora y en distintos puntos del país, han disparado nuevamente las alarmas de la sociedad dominicana, que ahora ve con espanto cómo este delito se fortalece y renueva su modus operandi.
Bandas motorizadas se pasean por calles de pueblos y ciudades atemorizando a sus víctimas, y a punta de cañón obligándolas a entregar sus pertenencias.
Desde el Gobierno suelen tener la idea de que cada queja o denuncia obedece a una percepción errada del aumento de la incidencia delictiva. Y hay quienes afirman que, además de eso, se trata de una trama orquestada por la oposición política para capitalizar un tema tan sensible como es la seguridad ciudadana.
Pero lo cierto es cada vez son más los episodios de personas que a punta de pistolas son despojadas de objetos de valor, como relojes, pulseras, celulares, bolsos o billeteras, por lo que exigen mayores de niveles de protección policial.
En el peor de los casos, algunos ciudadanos corren con la desgracia de ser mortalmente baleados por delincuentes desalmados, que luego emprenden la huida en veloces motocicletas preparadas para estas fechorías.
Las autoridades no pueden permitir que el crimen se adueñe de las calles, al extremo de que la gente tema incluso salir a sus puestos de trabajo o realizar diversos tipos de actividades.
La falta de respuesta a este problema tampoco debe afectar jamás el clima de negocios ni las optimistas proyecciones de crecimiento económico enarboladas por nuestras autoridades.
Nadie en su sano juicio escogería un país inseguro para vacacionar, y mucho menos para invertir su dinero. ¡Esto hay que detenerlo, ya!