El triunfo de Luis Abinader resume de por sí su eslogan de campaña, porque finalmente el pueblo, el soberano, produjo el cambio que este político promovió dentro y fuera de República Dominicana.
A partir del 16 de agosto, el presidente electo debe asumir sus funciones de jefe de Estado. Comenzará entonces a recibir las presiones que llevan consigo el cargo más importante dentro de un Gobierno.
Sobre el nuevo presidente pesan grandes compromisos, unos viables, de cumplimiento inmediato, y otros que tendrán que esperar, ser ponderados, y discutidas sus altas y bajas
La reapertura de la economía es solo intento que ahora requiere de un plan para hacerla factible, en medio de una pandemia que sin lugar a dudas sacará mucho sudor de la frente al inexperto estadista.
El coronavirus no es, sin embargo, una creación de Luís Abinader, ni de Danilo Medina, quien habrá de escuchar de cerca el juramento de su sucesor como el nuevo inquilino del Palacio Nacional. Y eso le dará al nuevo presidente un respiro para articular un relato que le permita sortear toda clase de presiones.
Casi al unísono, diversos sectores exigen al nuevo gobernante que uno de sus primeras decisiones sea retomar los procesos judiciales con expediente de corrupción estancados en la justicia.
Sería injusto dudar de las buenas intenciones que tiene Abinader de hacerlo bien, porque nunca ha sido presidente y ni siquiera ha asumido tales funciones. Aun así, si se parte de la premisa de la cultura de impunidad y el borrón y cuenta nueva tan arraigadas en las estructuras de poder, caben, pues, interrogantes en torno a un tema manejado siempre con absoluta complejidad.
¿Hubo algún pacto, escrito o de caballeros, entre Luis y el ex presidente Leonel Fernández que los de a pie desconocemos, en aras de escudar de cualquier castigo judicial a gente vinculado a los más importantes escándalos de corrupción?
Si en su momento Luís fue un acérrimo atacante de la corrupción que siempre endilgó a los gobiernos de Leonel, ¿Por qué aceptó acuerdos para el nivel congresual en los pasados comicios, a contrapelo de las rabietas que hicieron connotados dirigentes de su partido, el PRM?
Luís apenas entra a su luna de miel, y goza del respaldo que merece quien nunca ha ocupado tan alta responsabilidad, máxime en momento de nuestra historia que requiere de la unidad nacional para encarar los problemas que nos plantea el coronavirus covid-19.
Pero es inevitable la inquietud. La sociedad dominicana fue el artífice de un cambio de Gobierno que espera ver materializado con grandes transformaciones sociales e institucionales. Y sobre todo, en el ámbito de una justicia con escasa credibilidad.
La lucha contra la corrupción y la impunidad fue una abanderada de la promoción del cambio que Luis enarboló para ser apoyado en su ruta hacia el Gobierno.
Ahora corresponde actuar. Esperemos.