El próximo 16 de agosto se cumplen dos años de las elecciones que dieron por ganador al presidente Luis Abinader. Sin embargo, en los últimos meses hemos visto un laborantismo político-electoral bastante agresivo.
Pensamos en un marco normativo que evitara de cualquier forma la campaña a destiempo. Y jamás imaginamos que llegaríamos al colmo de lo que ocurre actualmente. Abundan propuestas, ataques, actividades proselitistas y hasta slogans. Todo esto, aunque las actuales autoridades todavía no van siquiera por la mitad de mandato constitucional.
La ley existe, pero…
Y ciertamente, tuvimos ese marco normativo, que es ley 33-18, de Partidos, Agrupaciones y Movimientos Políticos. Pero en la práctica de nada ha servido para controlar el afán de someter al país a una campaña electoral permanente.
Culpables de este desorden son todos los partidos, sin excepción. Pero al partido de gobierno no le va bien meterse en esta dinámica. Esto así, porque se corre el riesgo de incurrir en gastos originalmente presupuestados para cada ministerio. Y esto evita cumplir con las funciones, metas y responsabilidades que les son conferidas.
Con el partido de gobierno en campaña también podríamos ser testigos de distracciones, que al final de cuentas tendrían consecuencias funestas para toda la nación.
Y digo esto, porque no hay forma de desvincular las funciones propias del gobierno de los objetivos del partido que le otorgó el poder. Con esto debemos tener sumo cuidado. A las autoridades el pueblo les creyó su propuesta basada en el cambio.
En el caso específico de los partidos de oposición la ley 33-18 debería ponerle un freno a su campaña precoz. Pero exigirle este cumplimiento sería un ejercicio prácticamente inútil. Es decir, a los partidos que abogaron por esta regulación les importan un bledo esta legislación.
Así vamos, retrocediendo en vez de avanzar. Urge madurez política para entender que como Estado-Nación lo que manda el momento es concentrarnos para afrontar un presente turbulento y desafiante, y un futuro incierto y marcado por situaciones igualmente preocupantes.