La bachata y el dembow han tenido que cargar pesado. Por allá, por los años 70’ y 80’, la bachata que hoy conocemos era una música atribuida a gustos de gente pobre, inculta, amargada y resentida social. A personas que ahogaban sus penas, frustraciones y desesperanzas entre tragos de ron y cervezas.
Bailar y cantar esta música popular era casi un pecado. Las élites no la toleraban, porque entendían que la gente de barrio no pensaba más allá de su entorno social. ¡Cuán equivocados estuvieron siempre!
Pasaron los años, y todo cambió. Y el cambio fue tan radical que sorprendió a esas élites que incluso condenaban el merengue que no fuera de salón. Las emisoras por donde sonaba esta música de barrio y gente pobre, eran controladas por empresarios que se negaban a dar cabida a la bachata.
Por esta razón, la música de amargue tuvo que trillar un camino largo, muy largo, para calar también en el gusto de los programadores de espacios musicales radiales. Era un desafío. Pero el tiempo dio paso a una historia diferente.
La bachata salió de su rincón, a puros coñazos. Hoy no hay fiesta sin bachatas, y no hay forma de detener su expansión. Hasta los chinos y japoneses bailan esa música de guitarras bien afinadas, con letras de amor y desamor, con un estilo tan peculiar y pegajoso, que no hay pies ni boca que se contengan.
Y lo mismo pasa con el dembow, ese ritmo vilipendiado por sectores ultraconservadores que intentan imponer hasta las preferencias musicales del pueblo. ¡Vaya atrevimiento! El dembow es una realidad musical, aunque duela y lastime egos.
Y sí que duele, porque es música que no solo divierte, sino que combate pobreza y abre espacio a nuevas formas de vida a muchas personas. Eso inquieta y preocupa a muchos, especialmente a los que no duermen queriendo imponer sus normas y patrones de conducta.
Como la bachata, el dembow ha tenido que batallar a fuego cruzado. Es una guerra sin cuartel, entre quienes promueven su discurso de exclusión y decenas de jóvenes con talento innato para cantar y hacer música en esos barrios de nadie, de gente pobre y excluida.
La bachata y el dembow seguirán rompiendo barreras. Así debe ser. Los cambios crean resistencia, y estos géneros no son la excepción. Pero deben seguir y seguirán.