La triste imagen de tres niñas vestidas de uniforme escolar, bailando dembow en ropa íntima y con movimientos que incitaban al morbo, ha dado la vuelta al país, y hasta más allá de nuestras fronteras.
Cientos de miles de personas vieron este indeseable espectáculo. El agravio creció con la presunción de que las menores bailaban de esta forma cuando todavía estaban en un recinto escolar.
En las redes sociales fue tema obligado durante varios días seguidos. Unos cuestionaban al centro escolar donde estas niñas bailaban casi desnudas. Otros fustigaban con sus críticas a los padres de estas menores.
Y no faltaron quienes culparon al sistema educativo o al género musical (el dembow) que puso a mover esas caderas de forma sugerente.
Entonces, ¿de quién es la culpa? La culpa es de todos. Es una culpa compartida. Todos, de alguna manera, somos responsables de esta debacle. Lo venimos repitiendo día tras día, hora tras hora: estamos tocando fondo en una sociedad donde lo vulgar, lo extremo, las conductas desviadas, lo inmoral, hace ya mucho tiempo que aprendimos a verlo como algo normal.
Es normal que nuestras niñas bailen dembow rozando sus cuerpos con el de sus amiguitos, sin que esto genere impresión. Y esto incluye a esos padres que escudan su irresponsabilidad bajo el alegato de los “nuevos tiempos”.
Fluir con los nuevos tiempos, este es el argumento que usan las generaciones actuales para justificar escenas que tienen por protagonistas a niñas como las que todos vimos en el video en cuestión.
Y sí, el sistema educativo también es responsable. Es responsable porque el currículo que tenemos luce obsoleto, anticuado, inapropiado precisamente para responder a los desafíos de estos nuevos tiempos.
Ya en las aulas ni siquiera el respeto se preserva como elemento fundamental en el proceso de enseñanza-aprendizaje.
Y culpable es también el Estado, que margina, excluye y crea las condiciones para seguir generando cuadros espantosos de pobreza material, sobre todo en barrios atiborrados de adolescentes paridas y embarazadas. Niñas que desarrollan comportamientos ajustados a la penosa realidad que les tocó vivir.
Culpables somos todos.